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La nueva puerta que Daniel acababa de abrir correspondía a un nuevo ascensor. No era transparente como el que había visto en la sala de funcionamiento de los CAP, pero pudo notar cómo empezaba a ascender a gran velocidad.
Unos segundos después, el ascensor se detuvo suavemente. La puerta se abrió, inundando el interior con la luz de un día soleado. Tras parpadear unas cuantas veces, Daniel pudo comprobar que estaban en una especie de parque lleno de vida, donde los danos paseaban, hacían deporte o simplemente leían sus libros.